DIRECCIÓN GENERAL: Diego Manara - Nicolás Strok

Crítica ANFITRIÓN en Noches Merlinas

Un “Plauto” delicioso en el menú teatral merlino

La tercera edición de este año de las “Noches Merlinas”, siempre con la dirección artística de Laura Veiga, unió un esquicio de inspiración tanguera a una desopilante recreación del “Anfitrión” de Plauto.
Una vez más, el frío que acompañó al fin de las vacaciones de invierno en la Villa de Merlo no arredró a quienes asistieron a la presentación de “Y sin embargo te quiero”, con dirección de Marcela Massetti, por la compañía Los Lordosis, de Rosario, y “Anfitrión, una comedia de Plauto”, dirigida por Diego Manara y Nicolás Strok, por el grupo Heceneros, de Buenos Aires (...)

En cuanto a “Anfitrión”, esta versión demuestra que, a unos dos mil doscientos años de su creación, el humor del gran comediógrafo romano no ha perdido nada de su eficacia ni de su lozanía. No se trata solamente de una puesta al día, porque el argumento ­tan repetido después en todo el teatro mundial a través de los siglos- se basa en la existencia de seres humanos absolutamente iguales. Es de suponer que, en el más allá, el irreverente Plauto, quien tanto se rió de sus dioses y de sus contemporáneos, ha de estar divirtiéndose como loco con las investigaciones actuales de clonación, diciendo: “Yo ya se los anticipé, ¿eh?”
Hoy la denominaríamos “comedia de enredos”... En síntesis: Júpiter, divinidad máxima, se enamora de la bella Alcmena y, para pasar la noche con ella, adopta la figura del esposo, el bravo rey y general Anfitrión que regresa de sus triunfos contra los tebanos. El pícaro dios Mercurio es quien se encarga de clonar, sí, de clonar a Anfitrión y a su criado Sosia, y se encadenan una serie de equívocos de legítima y contundente comicidad, servidos por un elenco sin fisuras, con momentos delirantes que impactan con fuerza en el público, que se ríe a carcajadas....dos mil doscientos años después, gracias al talento y entrega de este grupo. Los cuatro intérpretes encaran un tratamiento disparatado en el que sus máscaras adquieren todos los matices posibles y es difícil destacar el desempeño de uno sobre los otros. Primero, las damas: la Alcmena de los Heceneros es una especie de Chilindrina alocada, una marioneta de movimiento incesante, de lengua afilada y ojos expresivos, feliz de pavonearse con su enorme vientre ­embarazada de Júpiter, creyendo que el papá de la criatura es su marido Anfitrión.
El Mercurio éste se las trae, es apuesto, pícaro y sin escrúpulos, y se divierte (y divierte al público) con sus manejos y sus cambios de voz ­toda una escala de infalible impacto. Establece desde el comienzo una inmediata y reidera complicidad con el público. El pobre y desconcertado Anfitrión ­los cuernos han sido otro motivo jocoso que decenas de comediógrafos del pasado y del presente tomaron prestados de comediógrafos de la Antigüedad como Plauto ­ establece un logrado contraste con la locura galopante del resto de los personajes.
A pesar de lo dicho sobre la homogeneidad del elenco, sería justo afirmar que las palmas se las lleva merecidamente el criado Sosia, sumergido en un mar de cómicas contradicciones, sometido a los palos y caprichos de sus dos patrones, el verdadero Anfitrión y su clon, encarnado por el desvergonzado Mercurio. El actor que lo interpreta, ayudado por su presencia física y el manejo extraordinario de su cuerpo, puesto al servicio de un humorismo irresistible, consigue que los espectadores estén pendientes de sus actitudes y de sus absurdas reacciones, listos para reírse con ganas. Guarden su nombre: Nicolás Strok.
Creo oportuno una reflexión final: el teatro tiene infinidad de matices y uno de ellos, es lo que se llama teatro de vanguardia o de experimentación. Bienvenidas sean tales experiencias. Pero siento el temor de que, si bien atraen a cierto tipo de público, dejan afuera a una gran cantidad de personas para las cuales el teatro “de siempre” resulta más accesible. La combinación de ambos tipos de obras puede ser eficaz. Y la resurrección tan divertida, tan vivaz de este “Anfitrión” lo demuestra sobradamente.

Por Mario E. Ceretti
Especial para ETC

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